
por Comité Editorial
Este 15 de agosto se cumplen 59 años de la fundación del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), así como en septiembre 51 años del golpe de Estado y en octubre 50 años de la caída en combate de Miguel Enríquez. Si bien los múltiplos de 10 son los más importantes a la hora de las conmemoraciones, más cuando se trata de medio siglo, no se puede dejar de relacionar las 3 fechas. Esto porque la aparición del MIR ese 15 de agosto de 1965, no es sólo la aparición de otro partido más, sino la constitución de una nueva línea estratégica para el proceso chileno, la cual se invisibilizo durante la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado el 2023.
Estamos cerca de una nueva conmemoración del golpe de Estado en Chile, el cual no sólo abrió un periodo oscuro de contrarrevolución, sino que además permitió transformar nuestro país en el centro de un nuevo experimento económico denominado neoliberalismo. Atrás quedó la conmemoración de los 50 años, y lo más probable es que los 51 años pasen más desapercibidos, sobre todo porque estos colocan incómodos al progresismo en su intento constante de lograr una buena convivencia con la derecha, incluso al costo de no cumplir con muchas de sus promesas de campaña.
Sin embargo, más allá de las numerosas críticas que pudiéramos hacer al enfoque que tuvieron las iniciativas del año pasado, para nosotros lo principal es que se invisibiliza completamente una posición acerca del proceso político que se vivió durante el gobierno de la Unidad Popular. La izquierda no asumió una postura homogénea para el periodo y existieron a lo menos dos estrategias distintas: Una impulsada por Allende, el PC y algunos sectores de la UP, y otra principalmente por el MIR.
Esto toma singular significación este año, considerando que se cumplen 50 años de la caída en combate del Secretario General del MIR, Miguel Enríquez Espinosa. Desde nuestro punto de vista, esta es una gran oportunidad para generar el debate necesario al interior de la izquierda socialista en relación con la estrategia para el periodo actual, considerando una política de alianzas apropiada – según la correlación de fuerzas – y una plataforma de lucha que permita una democratización de la sociedad chilena con horizontes socialistas. Además, entendiendo todo lo que se ha retrocedido en la batalla cultural, estas fechas son sumamente importantes a la hora de buscar referentes para la juventud de hoy.
Para Ruy Mauro Marini, durante el gobierno de la UP, el PC quería mejorar la participación de las masas populares, pero sólo modificando el sistema de dominación en crisis. Para esto, buscaba ahondar las divergencias de la burguesía y construir alianzas con las capas medias, intentando acuerdos con la DC, limitándose a impulsar medidas que sólo beneficiaban a una fracción de la clase obrera, así como en el campo sólo se tocó los intereses de la fracción latifundista y no de la burguesía agraria (política de la DC). El PC tenía una concepción rígida de un proceso en etapas, por lo cual debía completar la revolución burguesa, ampliando el poder de Estado sobre el sector privado. Considerando que la dominación imperialista era fundamentalmente la de EEUU, se propuso sustituir los capitales de esa potencia por la de países como Alemania, Francia y Japón.
De acuerdo con Marini, el MIR pensaba que la crisis no podía ser absorbida por reformas, pues existían factores que prefiguraban una posible situación revolucionaria, la cual si no era asumida derivaría en contrarrevolución, esto determinaba su tesis sobre el enfrentamiento inevitable. No obstante, creía que la agudización de las contradicciones Inter burguesas y el ascenso del movimiento de masas, posibilitaron la reconversión del proceso de crisis de la dominación en una crisis revolucionaria, que derrocara a la burguesía y el imperialismo, y el establecimiento de un Estado Popular y revolucionario. Para ello debería constituirse un poder alternativo al burgués cuyos órganos fueran simultáneamente instrumentos de combate y gérmenes de una organización estatal que reemplazará al Estado existente.
De esta forma, según Marini, el PC planteaba una alianza con las capas medias burguesas, apoyándose en los sectores organizados del proletariado urbano y rural, es decir, colaboración de clases. Para el MIR el bloque revolucionario tenía como eje al proletariado organizado, debía incluir a las amplias masas proletarias y semiproletarias de la ciudad y el campo, y capas empobrecidas de la pequeña burguesía. Esto determinaba el carácter de las relaciones a establecer con las capas medias burguesas: Para el PC se le debía dar garantías de su desarrollo, garantizando su control a través del Estado. Para el MIR, se podía aceptar por un tiempo la existencia de un sector privado en la economía, pero bajo el control de masas, tanto en el ámbito de la producción como de la distribución. Es decir, implicaba que las relaciones entre las clases no serían de colaboración, sino de fuerza.
Esto marcaba dos líneas estratégicas dentro del proceso chileno, las cuales, si bien no eran antagónicas, reflejaban prioridades distintas para el periodo en curso. Lamentablemente, más allá de la porfía del reformismo en pensar que es posible transformar las instituciones sociales a través de la democracia liberal, la imposición a través del gobierno de una línea estratégica tuvo como saldo la contrarrevolución y toda la sangre que esta promueve.
Desde nuestro punto de vista, más allá de la necesidad de entender cuál es la línea estratégica que debemos construir en la actualidad, la vía para los procesos revolucionarios hoy no es aún una disputa real, pues el interés de nuestra gente por la revolución y del socialismo no está a la orden del día. No obstante, hay una interpretación del proceso político y un método para la producción del proyecto revolucionario que nos interpela. Miguel Enríquez y el MIR colocan en el centro de la reflexión el problema del poder, lo cual siempre debe ser considerado a la hora de pensar en los proyectos emancipadores.
El poder es una relación social que se cristaliza en instituciones y estructuras sociales, por lo cual existen límites en cómo ocupar esas instituciones cuando son la materialización del poder de las clases dirigentes. Sin embargo, no debemos olvidar tampoco que la absoluta marginación de los procesos políticos no permite la real visualización de otras alternativas posibles para la población. Por esta razón, para nosotros la lucha política en las instituciones es necesaria en lo táctico para mostrar a nuestro pueblo alternativas posibles, pero no habrá transformaciones y menos socialismo, si no somos capaces de superar la democracia liberal hoy en crisis.
A 59 años de la fundación del MIR, la tarea es ConstruIR y TejeR la fuerza del pueblo.
