Perspectivas y balances para construir la Fuerza del Pueblo Trabajador.

por Catalina Sánchez, militante de TejeR-ConstruIR

Este primer número de la revista Horizonte se enmarca en una nueva conmemoración del Día Internacional de las y los Trabajadores. En dicho contexto, este artículo persigue situarnos hoy en la discusión sobre el Movimiento de trabajadores y trabajadoras. Buscando recoger las impresiones de primera fuente, reunimos en una conversación a dirigentes sindicales de distintas áreas: Virginia Gonzalez Miranda, dirigenta de la Confederación de Funcionarios de la Salud Municipal, Victor Venegas dirigente de la Asociación de Trabajadores de la Educación del Territorio Gabriel Mistral,  Alvaro Lartiga dirigente del Sindicato Paicaví del Área social y Ronald Salcedo dirigente del Sindicato de Trabajadores de la Minera Spence. Ellas y ellos son protagonistas que siguen escribiendo la historia del sindicalismo, compañeras y compañeros con los que hemos caminado hace varios años desde la vereda de un sindicalismo fiel a la Clase Trabajadora.

En este artículo abordamos primeramente el balance de la situación del movimiento de trabajadoras y trabajadores desde la revuelta o estallido social a la actualidad; luego, recogemos las reflexiones y proyecciones de la lucha sindical, las que a priori plantean algunas claves para la superación del estado latente en el que se encuentra el movimiento de trabajadoras y trabajadores.

El contexto de la lucha sindical.

Es un hecho que el capitalismo ha continuado en crisis, siendo la clase trabajadora la más desprotegida históricamente. En Chile, el periodo actual esta caracterizado por aumento sostenidos de las tasas de desempleo, encarecimiento del costo de la vida y el empeoramiento de la salud mental de las y los trabajadores, siendo las mujeres las más afectadas. Lo anterior puede explicarse como un sintoma de sostener el trabajo doméstico y el trabajo asalariado, que se traduce en los mayores índices de sobrecarga laboral en el mundo del trabajo.

En terminos de la adhesion sindical, en Chile se registran más de 11.300 sindicatos. Sin embargo, las tasas de sindicalización bordean el 19 por ciento, cuya expresión inter-regional habla de importantes brechas: mientras la región del Maule tiene la tasa de sindicalización más baja del país con un 10%, la de Antofagasta presenta el índice de sindicalización más alto del país con un 20% de la Fuerza de Trabajo.

El balance general.

Sobre esta realidad le plantamos a nuestros interlocutores el desafio de trazar una  lectura política general sobre el estado del movimiento de las y los trabajadores el periódo que se abre con la Revuelta popular y que se cerró con la derrota del Plebiscito del 4 de Septiembre.

Al respecto, todos y todas coinciden -por una parte-, en la existencia de una antesala al “estallido social” generada por los movimientos sociales movilizados y sectores de trabajadores y trabajadoras con algunas luchas sectoriales de resultados dispares, y por otra, la existencia de una profunda ausencia de Unidad y Conducción del movimiento de trabajadores y trabajadoras. Esta expresión combinada, continuó durante la pandemia y el primer proceso constituyente hasta la actualidad.

Sumado a lo anterior, destacan la siempre solapada pero obscena coaptación de las organizaciones de trabajadores por parte de los partidos políticos funcionales al Bloque en el Poder y sus gobiernos de turno. Esto, es una razón más que suficiente para instalar la necesidad de volver a poner en valor los desafíos planteados por Clotario Blest en los debates previos a la fundación de la Central Única de Trabajadores CUT, esto es, la Unidad de los trabajadores y la independencia política como principios ineludibles para conseguir las victorias que requiere la Clase Trabajadora chilena.

En palabras de Ronald Salcedo “(…) era interesante como se percibía la posibilidad que ocurriera un estallido social, no solo desde el mundo de los trabajadores, sino tambien desde la academia”. Ejemplo de ello es que Gabriel Salazar en un Foro realizado por su Sindicato planteó “que se venía anunciando… que desde abajo se estaban gestando las expresiones de lucha de las y los trabajadores y de los movimientos sociales”. Aun cuando era una posibilidad cierta, no hubo conducción de la revuelta y sus acciones de masas, evidenciando la falta de preparación de los sectores más politizados, de la incapacidad de generar espacios y formas de representación validadas por las masas. En este punto, Salcedo aclara: “el mayor problema fue que los Sindicatos estuvieron y aún  están gobernados por los partidos políticos del régimen, los cuales no quieren perder el poder que tienen sobre las y los trabajadores; junto con ello, estas dirigencias no fueron capaces de generar  el apoyo que se requería para las iniciativas populares de ley, lo que dio muestras que a pesar de la cantidad de los trabajadores que son parte de los sindicatos, todo lo que viene a posterior tuvo los mismos problemas de conducción y de carencia de la participación de las bases”.

En consonancia con Salcedo, la compañera Virginia -dirigenta de la CONFUSAM- plantea que:  “en general durante el estallido se evidenció la baja capacidad de organización y la falta de una estrategia común. Luego con la pandemia continuó la misma situación, lo que se tradujo en que frente a la precarización laboral y la crisis de los cuidados que produjo esta última, es poco lo que se hizo en articulación y demandas en conjunto”. Añade: “si bien posterior a la pandemia se logró una articulación dentro de la CUT, en la Mesa de Salud no hubo avances. Por el contrario, la Internacional de Servicios Públicos se propuso como principal desafío en esta materia, el reorientar la lucha sindical desde lo organizativo, para seguir sosteniendo la defensa de nuestras condiciones de trabajo, de vida y de los derechos fundamentales”.

En clave de síntesis de una lectura del periodo, la compañera explica que:

“existe un balance positivo en cómo las y los trabajadores de la salud respondieron al llamado del movimiento social durante el estallido, que no era por un bono, sino que por todas las demandas de una sociedad, considerando que hubieron comunas y regiones que estuvieron más tiempo en paro. Esta participación no continuó durante el proceso constituyente. De hecho, en la CONFUSAM costó reunir las firmas para la iniciativa popular de ley, ya que la propuesta se generó por una comisión y no en espacios participativos ni colectivos”.

A lo anterior, el dirigente Alvaro Lartiga releva la importancia de las primeras expresiones sociales anteriores al estallido social “(…) que fueron las manifestaciones más radicalizadas del malestar del movimiento estudiantil, de seguridad social, del movimiento de mujeres, donde algunas organizaciones de trabajadores del sector público como las y los profesores, las y los trabajadores de la salud, así mismo trabajadoras y trabajadores de sectores estratégicos como los puertos y forestales, fueron la antesala a los conflictos generados en el estallido y que se acumuló desde el 2007 al 2018”. Lartiga explica que: “luego de la derrota electoral del 4 de septiembre -que marca un antes y un después del campo popular, incluyendo el movimiento sindical – no nos hemos podido incorporar a un nuevo ciclo de acumulación política que tenga algún sentido, donde desde el movimiento de trabajadoras y trabajadores existen esfuerzos particulares y minoritarios, pero que aún no han logrado consagrar un movimiento de rearme que intencione el protagonismo del mundo sindical”. A contrapelo de lo anterior, lo que sí se logró en varias expresiones populares anteriores, donde “las y los trabajadores aparecieron como un actor relevante, como lo fue el Movimiento NO más AFP, el que logró instalar como protagonistas al mundo de las y los trabajadores”. Lartiga concluye que “actualmente el mundo sindical sigue estando golpeado, como el resto del movimiento popular, donde nos encontramos frente a un malestar cronificado donde pareciera que no existe ningún destello que logre salvar esta situación”.

Sobre los desafíos sindicales y el movimiento de trabajadores y trabajadoras en Chile.

Para cerrar la conversación, se les consultó a los dirigentes sobre los desafíos del movimiento de trabajadoras y trabajadores para encaminar los cambios que se requieren. Las respuestas convergieron en la necesidad de unidad, la importancia de la participación de las bases, la educación y la politización de estas mismas, así como en la ineludible tarea de fortalecer las iniciativas donde los sindicatos participen en sus territorios (espacios naturales), donde confluyan en las prácticas colectivas las demandas de sus representados con las aspiraciones de las comunidades. En sintesis y en simple: donde las contradicciones se manifiestan en la materialidad, la clase puede reconocerse.

Sobre esta suerte de tesis para el periodo, Alvaro plantea que:  “los desafíos están en la acumulación de fuerza, concentrar los esfuerzos militantes en algunos sectores que tengan capacidad de golpear al modelo neoliberal o al patrón de acumulación neoliberal, donde el mundo minero, forestal y portuario dieron grandes lecciones”. Continúa con su reflexión planteando que: “(…) para la actualidad, el desacople que hay entre el movimiento sindical y el programa de gobierno en materias de derechos laborales, a la falta de este sujeto social constituido, como son los sindicatos, no hemos sido capaces de avanzar en el cumplimiento de la ley, que sigue favoreciendo a los poderosos, ya que la ley tiene si tiene pactos con los sectores dominantes de empresarios con los que cuenta para avanzar en estas materias, por lo que el vaciamiento de la participación de los sindicatos en la propuesta de las 40 horas, hace que esta, tenga un conjunto de contradicciones que terminan no siendo beneficiaria para la clase trabajadora«. En sus palabras, esta misma paradoja “(…) sucede con las propuestas en materia del sistema de cuidado y la ley karin que viene en agosto, dejando afuera de la discusión la importancia de la negociación por ramas o por sectores económicos”.

Por su parte desde el sector de la educación el compañero Víctor plantea que: “coincide en la importancia de la educación y la politización de las bases, así como avanzar en construir la fuerza de la negociación ramal, que es la única forma de conseguir mejoras para todo el sector”. En este sentido señala “en el sector de educación este desafío queda cruzado por: la existencia de trabajadores de distintos estamentos, por el proceso de traspaso de corporaciones municipales a los servicios locales de educación, lo que hace que las figuras cambien de asociatividad. Sumado a esto las y los profesores se encuentran con la dualidad constante de la existencia del gremio representado por el Colegio de Profesores A.G. -que nace en dictadura-, el que confunde a los trabajadores en algunos momentos”. En relación a lo anterior agrega: “los desafíos pasan por plantear modelos federativos apostando a un sindicato único o mayoritario generando confluencias y coincidencias en los objetivos políticos, que no “dé espacios para los sectores de la derecha, donde se hable desde la clase, articulándose como una fuerza política que tengan una perspectiva de clase y combativa, lo que podría encaminar a negociaciones de manera ramal y que se vaya replicando en todos los sectores de la producción”.

Así mismo Virginia plantea que el mayor anhelo es: «debatir las formas organizativas, pues ya no es la misma clase que uno se imagina, por lo que hay que pensar nuevas vías. Si bien tiene que estar la formación y la educación, hay que replantearse cómo se están haciendo los trabajo en el sindicalismo, ya que las bases ven todos estos procesos lejanos. Se requiere revisar para generar nuevas estrategias, la orgánica y cómo se están generando los procesos de acumulación y participación«. Incorpora un elemento que cierra la reflexión anterior: «una de las estrategias que han utilizado en La Pintana es generar espacios de salud pública, junto con la construcción de una comisión de derechos humanos, lo que puede ser indicador de nuevas formas de hacer participar a las y los compañeros«.

Para concluir: grandes son los desafíos que tenemos las y los trabajadores. Compartimos la necesidad de generar espacios de politización que permitan plantear visiones críticas sobre el mundo sindical y -de paso- cuestionarnos para generar nuevos aprendizajes. El desafío es articularnos y construir mayor y mejor fuerza. Hoy, varios sindicatos ya iniciaron este proceso, intentando quebrar la tendencia a la atomización, a la baja la tasa de sindicalización, a la precarización laboral de los honorarios, un grupo enorme que no tiene una expresión de sindicalización, y donde la lucha sindical se debe volver una matriz cultural cuya impronta, permita volver a levantar, tejer y construir, la Fuerza del Pueblo Trabajador.