Georgina Orellano y la última elección en Argentina: un llamado a no perder la voz desde los márgenes

En el contexto de la reciente elección legislativa en Argentina desde el equipo editorial de Revista Horizonte conversamos con Georgina Orellano, activista comprometida y referente del movimiento de trabajadoras sexuales en Argentina, Secretaria General del Sindicato AMMAR1, desde donde lidera la defensa y visibilización de un sector históricamente marginalizado, perseguido y estigmatizado. En esta entrevista, además de analizar la coyuntura electoral, nos mostró parte de la realidad que atraviesan las trabajadoras sexuales, la precariedad y la violencia a la que se ven enfrentadas, y cómo construyen organización, resistencia y reivindicación. Su valioso testimonio nos abre una ventana a las complejas realidades de que afectan a los sectores populares en la Argentina de la actualidad.

¿Podrías presentarte brevemente y contarnos sobre tu recorrido como activista feminista y como secretaria general de AMMAR? ¿Qué desafíos te llevaron a organizarte junto a otras compañeras y a tomar el liderazgo del sindicato?

Soy Georgina Orellano, trabajadora sexual y militante desde el año 2010, cuando me sumé a AMMAR con un grupo de compañeras que veníamos sufriendo persecución policial y también mucha violencia y discriminación por parte de un grupo de vecinos de uno de los barrios acá en la ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde se ejerce trabajo sexual en el espacio público, y desde el año 2014 soy la Secretaria General de AMMAR, que es el sindicato que defiende los derechos humanos y laborales de las personas que ejercemos el trabajo sexual en Argentina.

El principal desafío que nos llevaron a organizarnos y a tomar el liderazgo del sindicato, es la herramienta sindical como una respuesta a la represión policial, como una respuesta a la violencia institucional, a detenciones arbitrarias, a las razias policiales, operativos desmedidos, violentos, al robo de nuestras pertenencias y de dinero por parte de las fuerzas de seguridad, a las exigencias de arreglos económicos para dejarnos trabajar de manera tranquila. Entendemos la herramienta sindical como una herramienta que a nosotras nos dio conocimientos, nos dio poder, poder de organización, poder de resolución de conflictos, poder de decir verdaderamente a qué nos dedicamos, dejar de ocultarnos, dejar de sentir vergüenza y culpa por el trabajo que ejercemos, pero sobre todo nos dio identidad, nos dio pertenencia de clase y luchamos por un reconocimiento social como sujetas políticas y también por un reconocimiento laboral como trabajadoras sexuales.

¿Cómo definirías el trabajo de AMMAR en el contexto actual? ¿Cuáles han sido los principales logros y luchas del sindicato en defensa de los derechos humanos y laborales de las trabajadoras sexuales?

En el contexto actual, el trabajo de AMMAR está volcado en asistencia y acompañamiento con muchas demandas que traen nuestras compañeras que tienen que ver con la precariedad de la vida. Tenemos muy poco tiempo para sentarnos y discutir la política. La mayor parte del tiempo en el sindicato nos la pasamos resolviendo problemas que las compañeras nos traen, problemas con la policía, desalojos, problemas de consumo, compañeras en situación de calle, problemas del no acceso a la salud, problemas con la medicación, problemas del deterioro de su salud. Cuando las compañeras llegan a querer ser asistidas por el sindicato para que las acompañemos a una guardia de un hospital o a un centro de salud, vienen con su salud ya muy deteriorada, con una tuberculosis avanzada, con meningitis, con una dolencia ya muy avanzada.

También tenemos muchas demandas que tienen que ver con conflictos en el espacio público: conflictos con vecinos y vecinas, conflictos con la policía, operativos donde la policía no solamente les impide trabajar a las compañeras, sino que hacen averiguaciones de antecedentes y las compañeras están entre 30, 40 minutos hasta una hora retenidas en la calle hasta que la Fiscalía resuelva la detención o no de la compañera. Cuando la compañera se retira del lugar, muchas veces no le dan un acta, se quedan con el dinero y con las pertenencias de valor, como el teléfono celular. El dinero que tienen, también la policía se lo lleva. Eso no queda registrado en ningún lado. No le dan un acta y tampoco las notifican bajo qué artículo, qué legislación o qué fiscalía intervino y cuáles son las pertenencias que le fueron retenidas, el motivo de la retención de las pertenencias.

También lo que vemos es mucha situación de precariedad y compañeras que vienen a pedirnos comida, alimentos, poder bañarse, poder comer. Muchas compañeras que han perdido sus programas sociales, entonces vienen también a ver qué tipo de recursos del Estado hay para ellas, cómo pueden acceder a ese recurso, qué requisitos, si la organización les puede dar una mano con ese requisito. Entonces nos la pasamos haciendo informes sociales para poder reflejar el grado de vulnerabilidad de nuestras compañeras. Hay muchas compañeras también que están detenidas, entonces también piden asistencia por parte del sindicato, denunciando condiciones de hacinamiento, que no pueden acceder a la medicación, que no saben ni siquiera quién es su defensor. Muchas compañeras detenidas sin condena, aún sin condena. Entonces también nos piden asistencia a las compañeras de los pabellones de la diversidad de distintos servicios penitenciarios. En las alcaldías también recibimos denuncias de compañeras que sobre todo tienen que ver con las condiciones de hacinamiento e insalubridad en las que se encuentran, también pidiéndonos asesoría legal, asistencia legal y también asistencia alimentaria. Entonces, hoy por hoy nos pasamos todo el tiempo, desde que abrimos la casa que tenemos hasta que la cerramos, asistiendo esas demandas de las compañeras.

Bueno, el principal logro es estar dentro de una central de trabajadores y trabajadoras como lo es la CTA, haber derogado los códigos contravencionales2 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en la provincia de Santiago del Estero, Santa Fe y Entre Ríos. Después, otro de los principales logros es tener una casa que se llama la Casa Roja, que está ubicada en el barrio de Constitución, que ofrece servicios, acompañamientos y asistencias tanto alimentaria, en salud, habitacional, servicio social, hay psicólogas, hay asesoría legal gratuita y tenemos una escuela primaria. Tenemos convenios con la Universidad de Ciencias Sociales, donde tenemos un centro de prácticas que funciona dentro de nuestro espacio y también otro convenio que hemos firmado hace pocos meses con la Universidad Nacional de Lanús, donde también en nuestra sede es un centro de prácticas de la carrera de enfermería y ahí también se ofrecen asistencia en salud a compañeras que llegan a nuestro sindicato requiriendo ese tipo de asistencia.

Pasando a la Coyuntura y pensando en el pulso popular en los barrios tras las elecciones, ¿cómo ves el clima en las comunidades y territorios en relación al resultado electoral? ¿Qué sientes que está pasando en las esquinas, en las asambleas vecinales, en la vida cotidiana de quienes luchan desde abajo?

Bueno, nosotras el clima que vemos en las comunidades, en los barrios en relación al resultado electoral es mucha distancia. Hay muchas compañeras nuestras que no han ido a votar. Hay mucho desencanto y desinterés, porque también la política muestra esa distancia entre los verdaderos problemas que tienen las compañeras para subsistir, para sostenerse, atravesadas por mucha precariedad, por mucha violencia institucional y por conflictos que se dan particularmente en los barrios donde se ejerce trabajo sexual. Esa distancia hace que muchas compañeras no se sientan interpeladas por la política partidaria, la política institucional, por las elecciones, que no sientan que los actores políticos están interpelados por las realidades de ellas.

Eso a nosotras nos pasa, hay totalmente una distancia entre el debate político que se da en las redes sociales, en los canales de streaming y después la realidad concreta que nos llega a nosotras todos los días en nuestra casa. Nosotras lo que creemos que está pasando es que hay una desconexión; que la política partidaria tiene una desconexión total sobre las economías, las precariedades, el grado de conflictividad, los modos de subsistencia, las estrategias de supervivencia, las economías subterráneas en las cuales muchas compañeras subsisten y, sobre todo, la conflictividad social.

Entonces, nosotras creemos que hay una desconexión, que no se le está hablando a un sujeto, al sujeto que habita esta sociedad. Se sigue repitiendo un discurso que ya quedó viejo, un discurso que en algún momento interpeló y tuvo sentido con algunos sujetos, sobre todo de la clase media, pero que ahora hay otros sujetos que habitan esta sociedad, que están más rotos, que están más desencantados, que están más enojados, que han tomado mucha más distancia sobre la política, desinteresados, que tienen otras prioridades, la prioridad es la subsistencia, que tienen otros deseos, que tienen otros proyectos, que tienen otros horizontes. Los horizontes que vemos son horizontes de sobrevivir como se puede con lo que se tiene. Y muchas veces eso que se tiene, la política no muestra interés por poner en agenda eso que los pobres están haciendo para poder sobrevivir.

Y con eso lo digo, un ejemplo concreto es la cuestión que nosotras vemos en la mayoría de los barrios donde vivimos y donde se ejerce trabajo sexual. El crecimiento de una economía sostenida por el narcomenudeo es algo que vemos que crece, que hay un montón de redes familiares que se sostienen, que sus economías están sostenidas por este entramado, por esta estrategia de supervivencia, por el pasamano, por la venta de estupefacientes en el espacio público. Y que después eso en la calle genera conflictividad con otros vecinos, con otras vecinas, genera conflictividad con el derecho penal, genera conflictividad entre las propias trabajadoras sexuales, genera conflictividad con las fuerzas de seguridad. Y que la política, un sector de la política, tuvo la posibilidad de poner en la agenda cuando sucedió hace muy poco lo del triple femicidio de Florencio Varela3. Y nosotras lo que vimos es que los términos en los que se intentaba reinterpretar qué fue lo que pasó eran términos técnicos y que le hablaban con el lenguaje del derecho penal y no con un lenguaje social, de reconocimiento de que esa es una economía que crece en los barrios, que el narcomenudeo es una realidad. Y que, en vez de poder tener la posibilidad desde la política, sobre todo del campo Nacional y Popular, de poner en agenda esos debates incómodos, se han sentido mucho más cómodos con términos que ni siquiera se utilizan, ni siquiera se sienten interpelados por eso que sucede, que está sucediendo en los barrios.

¿A qué crees que responde el voto por Milei en los sectores populares? ¿Qué demandas, emociones y desencantos ves detrás de esa decisión colectiva que sorprendió a gran parte del campo militante?

Nosotras creemos que por dónde se empieza la recomposición del tejido social en Argentina es reconociendo que el tejido social está roto, reconociendo que hay vidas rotas, que hay vidas arrasadas por la precariedad, reconociendo las economías en las cuales hay un montón de sujetos de la clase trabajadora no registrada, informal de la economía popular que se sostiene, reconociendo que hay economías rentables que no tienen que ver con el trabajo registrado, con el trabajo digno, con salir de tu casa para ir al trabajo y volver a tu casa del trabajo. Ese sujeto del obrero yendo a una fábrica no es el sujeto representativo en un barrio popular, el sujeto está más descompuesto, más roto, más desintegrado de esta sociedad, muy por fuera del sistema.

Entonces para nosotras una de las principales raíces, tenemos que ir a la raíz del problema, nos parece que se empieza por reconocer que el tejido social, hoy por hoy en Argentina, está roto, que ya no basta con hablar solamente de justicia social, y que hay que reconocer cuáles son las economías, cuáles son los conflictos, cuáles son las precariedades y cuáles son también los deseos de los sujetos. Nosotras lo hemos hablado muchas veces y lo debatimos con nuestras compañeras.

Hay una idea desde la política tradicional e institucional de una romantización del pobrismo, y esa no es una realidad, porque el pobre no quiere ser pobre, el pobre quiere tener dinero, y hoy por hoy va a tener dinero con lo que tiene a su alcance, y lo que tiene a su alcance no es un trabajo registrado, lo que tiene a su alcance es una economía rentable que tiene que ver con vivir de los préstamos, que tiene que ver con ser manicure, hacer uñas, que tiene que ver con el narcomenudeo, que tiene que ver con los juegos online y las apuestas online, que tiene que ver con, nada, poner de comprarte una bici y hacer rapi. Esas son las economías que tiene que ver con un sujeto que está recontra individualizado, que no cree en proyectos colectivos.

Muchas personas dejaron de participar en la política institucional y el ausentismo electoral parece expresar bronca, desilusión y distancia con los partidos. ¿Cómo lees ese desencanto y qué alternativas se están creando en los barrios para canalizar la necesidad de organización y respuesta colectiva?

Yo creo que el desafío y dilema para el feminismo y el movimiento popular es que en el centro, en el centro de la agenda, en el centro de la mirada política, la centralidad tiene que estar en la precariedad y dejarnos de hablar entre nosotros y entre nosotras. Digamos, el feminismo durante mucho tiempo ha puesto en su agenda cuestiones que son irrelevantes en la vida de una compañera que viene de los sectores populares. Y cuando nosotras hemos llevado en algunos espacios la conflictividad que tiene que ver con la calle, el narcomenudeo, el derecho penal, la fuerza de seguridad, hubo muchas que se han espantado, que no podían creer que eso está sucediendo. Entonces la pregunta es: si vos te espantas y no crees que eso está sucediendo, bueno, decime qué barrio caminas, ¿no? Cómo puedes pensar la política desde una distancia y creerte que solamente la centralidad es lo que te pasa a vos.

Digamos, hay un montón de un sector del feminismo que habla de la deuda del Fondo Mundial Internacional, que habla de la deuda, y nosotras lo que vemos acá es que hay compañeras que venden estupefacientes para pagarse una pieza en un hotel precario con condiciones de hacinamiento, y que muchas de ellas después terminan internadas o medicadas porque son diagnosticadas con tuberculosis. Entonces, digo, ese es el sujeto con el que nosotras habitamos, esas son las problemáticas, esas son las precariedades, y el desafío es que el feminismo se sienta de una vez por todas interpelado por estos nuevos sujetos que habitan esta sociedad y que en su agenda la centralidad sea la precariedad, el hambre, y el desafío es dar los debates incómodos y dejarnos de hablar entre nosotras mismas.

Por último, ¿qué mensaje le darías a quienes en los barrios practican la militancia territorial, organizan ollas, sostienen redes solidarias y siguen apostando a transformar la realidad desde abajo, aun frente al desencanto, el ajuste y la crisis?

Nosotras el mensaje que nos damos, incluso entre nosotras mismas, frente a la angustia, preocupación, desánimo incluso que ha generado el resultado del domingo, es seguir apostando. La política para nosotras siempre ha sido no un lugar de repartirse cargos, la política para nosotras siempre ha sido la incomodidad. Es habitar la incomodidad y habitar el conflicto, no hay otro modo de pensar para nosotras que no sea hacer política desde ese lugar. Ni siquiera pensamos ‘hago política porque es la herramienta de la transformación’, nosotras hacemos política porque el único modo de que nuestras voces sean escuchadas es que nosotras mismas hablemos por nosotras mismas en primera persona, que incomodemos con nuestras voces, con nuestro color de piel, con nuestras corporalidades, con los trabajos precarizados, criminalizados que ejercemos, y llevar el conflicto.

O sea, la política para nosotras es habitar el conflicto y abandonar la cordura, y me parece que eso es la invitación que hacemos nosotras a las militancias de los territorios. Comencemos a hablar de lo que verdaderamente pasa, dejar de decir que es complejo lo que le pasa al pobre. No, la política es eso: es habitar la complejidad y habitar la conflictividad y la incomodidad. Y me parece que es momento de seguir apostando a la militancia, pero trayendo esos debates incómodos, porque si la militancia de abajo no hace ese esfuerzo de llevar la incomodidad a los espacios donde supuestamente se definen las listas, se define el programa político, se discute la política, se discute el horizonte o el proyecto de país que queremos, difícilmente nuestra realidad vaya a cambiar

  1. La Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina, también conocida como AMMAR, es el sindicato de las trabajadoras sexuales de Argentina. La organización defiende los derechos e intereses de las trabajadoras de la industria sexual, con especial énfasis en los derechos de las prostitutas, para quienes defienden la despenalización y regulación de su actividad. Está afiliada a la Central de los Trabajadores Argentinos. ↩︎
  2. Los códigos contravencionales son normas que regulan faltas menores que no llegan a ser delitos y se sancionan con multas, arresto o trabajos comunitarios, entre otras penas. Estos códigos establecen sanciones para actos como riñas, palabras obscenas, alborotos en público o desórdenes. ↩︎
  3. El triple femicidio de Florencio Varela es un caso de gran conmoción pública en Argentina, que se investiga desde septiembre de 2025 y está relacionado con el narcotráfico.
    Las víctimas son tres mujeres jóvenes, cuyos cuerpos descuartizados fueron hallados en una casa del barrio San Jorge de Florencio Varela.
    El caso generó una fuerte conmoción y un amplio rechazo social, con protestas y movilizaciones en distintas ciudades del país. Además, reabrió el debate público sobre la violencia de género, el narcotráfico y la vulnerabilidad de las mujeres jóvenes en situación de riesgo. ↩︎
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